El Pago de los Tejoletes se sitúa al sur del Tajo Colorado y la intervención estuvo motivada por la apertura de una zanja para instalar riego por goteo en un olivar. Se trata de una zona destacada, pues ya en el siglo XIX M. Gómez Moreno documentó la existencia de pozos y materiales de construcción como sillares. La excavación de urgencia se centró en un único sondeo en el que se acumularon consecutivamente dos áreas para la mejor comprensión de las estructuras aparecidas. La selección del lugar en el que intervenir se realizó atendiendo a los restos visibles en los perfiles de la zanja y a los materiales presentes en el montón de tierra que la excavadora había ido extrayendo. A lo largo de toda la zanja eran visibles numerosos restos, especialmente llamativos en algunos puntos, puesto que se veían hasta cuatro muros cortados y algunos niveles de tejas entre ellos, algunos muy potentes. En el montón de tierra había un gran número de piedras de mediano y gran tamaño y de tejas, además de algo de cerámica.
La intervención permitió sacar a la luz a poca profundidad restos arqueológicos de una estructura compleja con varias habitaciones cubiertas por techumbres de teja curva y un patio. El conjunto está organizado a partir de dos grandes muros paralelos a los que se adosan los muros divisorios transversales que forman al menos 7 habitaciones, posiblemente fuesen más pero el conjunto no se pudo excavar por completo. Como es habitual de los muros sólo se ha conservado su base, realizada en mampostería irregular. El alzado, realizado en tapial, se ha perdido por completo, sólo se han descubierto sus restos derrumbados. Los suelos estaban realizados simplemente mediante tierra apisonada, con una mayor o menor proporción de cal. Por el extremo este del sondeo transcurría una calle con restos de empedrado. En la zona Noroeste había otro espacio abierto, que no esta del todo claro si era privado o público; en el se habían excavado un pozo distanciado unos 2,5 m uno de otro situado ya en el interior de la construcción. Ambos pozos estaban colmatados, pero la cercanía entre ellos, y la existencia de líneas de pozos en el olivar sugiere que se trate de las bocas de ventilación de un qanat. Encuadrados en una fase anterior se documentaron los restos de un horno y una fosa circular excavada en la roca.
La cerámica procedente de la excavación, indica una cronología más tardía que la alcazaba del Cerro de El Sombrerete, que se abandonaría a comienzos del siglo X. Esta zona por tanto habría experimentado su desarrollo en un periodo más tardío de la ciudad. Destaca la introducción de ataifores vidriados, especialmente melados con trazos de manganeso. Esta intervención puso de relieve la presencia de estructuras de corte similar a las encontradas del Cerro de El Sombrerete, en puntos más alejados, por lo que cabría pensar que se trata de un área comercial muy extensa al pie del cerro en donde se ubica la alcazaba, fuera de ella, en consonancia con lo que es habitual en una ciudad andalusí en particular e islámica en general.