Por lo que se refiere al trabajo de campo, es fundamental la realización de excavaciones arqueológicas que permitan la recuperación de una parte importante del asentamiento. La metodología empleada es la estratigráfica, es decir, en el control durante el proceso de excavación y en el análisis de las estructuras se emplea como norma básica el concepto de unidad estratigráfica. Estas unidades se establecen normalmente por criterios que dependen de las características físicas de los depósitos y de la construcción. El objetivo es la identificación, definición y excavación de cada una de las áreas señaladas.
La estratigrafía es, en la actualidad, un criterio fundamental para toda intervención arqueológica, pues de otro modo el peligro de error interpretativo es más que evidente. Es más, al intentar combinar la dimensión horizontal con la vertical, las secciones obtenidas por los perfiles resultantes son imprescindibles, tanto como las plantas. Únicamente es posible esta forma de trabajar llegando a tener un control estricto de la secuencia estratigráfica. Es ahora cuando conviene señalar sus principales leyes, formuladas en su día por E. C. Harris, quien revisó y adaptó los principios de la estratigrafía geológica al trabajo arqueológico. Desde esta perspectiva, los principios estratigráficos en arqueología se basan en los siguientes supuestos:
- Un estrato es siempre más reciente que aquel al que cubre.
- Cada estrato o nivel tiene como datación cronológica un momento posterior al objeto de fecha más reciente que en él se halle.
Ahora bien, estas normas generales no son aplicables sin más a la Arqueología por dos cuestiones, como ha señalado el propio E. C. Harris:
«En primer lugar, estas leyes se refieren a estratos que normalmente se solidificaron bajo el agua y que poseían una extensión de muchos kilómetros cuadrados. Por el contrario, los estratos arqueológicos no se han solidificado, ocupan un área limitada y son de diversa composición. En segundo lugar, los artefactos no pueden servir de criterio para identificar los estratos en el sentido que implican las leyes geológicas, porque los objetos no evolucionan según la selección natural. Las leyes geológicas no pueden considerarse aptas para propósitos arqueológicos y deben de corregirse y aumentarse según nuestras pautas».
Para establecer estas pautas E. C. Harris ha seguido tres leyes de la Geología (leyes de superposición, de horizontalidad original y de continuidad original) y una cuarta procedente de la Arqueología (ley de sucesión estratigráfica). Cada una de ellas ha sido formulada y adecuada al trabajo arqueológico. Revisamos en adelante las citadas leyes que regirán el trabajo de campo:
1. Ley de superposición:
«En una serie de estratos y elementos interfaciales en su estado original, las unidades de estratificación superiores son más recientes y las inferiores son más antiguas, ya que se da por supuesto que una se deposita encima de la otra, o bien se crea por la extracción de una masa de estratificación arqueológica preexistente». Esta ley es aplicable a la estratigrafía arqueológica, pues puede existir sin que haya artefactos. Pero ha de tenerse en cuenta que: «En la estratificación arqueológica, la ley de superposición debe contemplar las unidades interfaciales de estratificación (...), las cuales no son propiamente estratos. Estas unidades interfaciales deben tomarse como estratos abstractos que mantienen relaciones de superposición con los estratos que las cubren o con los estratos a los que cortan o se superponen».
2. Ley de horizontalidad original:
«Cualquier estrato arqueológico depositado de forma no sólida tenderá hacia la posición horizontal. Los estratos con superficies inclinadas fueron depositados originalmente así, o bien yacen así debido a la forma de una cuenca de deposición preexistente». Ahora bien, en el caso de la estratificación arqueológica deben de tenerse en cuenta las condiciones terrestres, que no acuáticas, y los posibles límites que ha impuesto el hombre en las áreas de deposición. De este modo, muros y fosas se consideran «cuencas de deposición», que han sido hechas por el hombre. Alteran las condiciones de deposición de suelos no sólidos. En el caso de tratarse de una fosa, los primeros estratos suelen ser inclinados originalmente en su superficie. En realidad, esta ley sólo tiene que ver con los estratos y el mismo acto de deposición.
3. Ley de continuidad original:
«Todo depósito arqueológico o todo elemento interfacial estará limitado por una cuenca de deposición o bien su grosor irá disminuyendo progresivamente hacia los lados hasta acabar en una cuña. Por lo tanto, si cualquier extremo de un depósito o elemento interfacial presenta una cara vertical, significa que se ha perdido parte de su extensión original, ya sea por excavación o por erosión, por lo que tal ausencia de continuidad debe tratar de aclararse». Esta ley eminentemente geológica tiene una aplicación en Arqueología. Se hace en dos direcciones. En primer lugar, se utiliza para elementos interfaciales como las fosas, que se consideran unidades de estratificación. En el caso de que aparezca cortado en vertical, se debe a que ha sido destruida parte de su extensión. Cuando se puede conocer la continuidad de la fosa, las dos zonas es posible correlacionarlas, así como los estratos que hay en ambas partes de la fosa. En segundo lugar, se aplica en los muros, pues es normal que no se conserven en su totalidad en vertical. Por eso, la línea que señala el truncamiento del muro debe considerarse como una unidad interfacial de estratificación.
4. Ley de sucesión estratigráfica:
«Una unidad de estratificación arqueológica ocupa su lugar exacto en la secuencia estratigráfica de un yacimiento, entre la más baja (o más antigua) de las unidades que la cubren y la más alta (o más reciente) de todas las unidades a las que cubre, teniendo contacto físico con ambas, y siendo redundante cualquier otra relación de superposición». Esta ley se apoya claramente en las características propias de los yacimientos arqueológicos. En ellos las secuencias estratigráficas son multilineales por ser limitados los estratos arqueológicos y por la existencia de elementos verticales e interfaciales. Se crean así nuevas secuencias estratigráficas, separadas de las anteriores.
La representación gráfica de estas relaciones estratigráficas se realiza por medio de la denominada matrix Harris, un diagrama que permite la recogida y continua revisión de los datos estratigráficos en el campo, en el momento mismo de la excavación. Más tarde, se puede reinterpretar sin muchos mayores problemas, con el apoyo de otros datos tomados en el trabajo arqueológico (plantas, secciones, etc). La estratigrafía arqueológica está influenciada por los factores naturales y los humanos, de tal manera que ambos deben de tenerse en cuenta en el diseño final del diagrama estratigráfico. Para un mejor conocimiento de esta problemática habrá que estudiar la formación y evolución de los estratos. Hay un principio general enunciado también por E. C. Harris que ha de tenerse igualmente presente:
«Cada uno de los estratos arqueológicos es único en composición, tiempo y espacio: sólo se crean una vez y el hecho de intervenir en ello provoca su destrucción. Tres factores principales determinan la acumulación de restos culturales durante el proceso de estratificación arqueológica: la superficie del terreno ya existente, las fuerzas de la naturaleza y la actividad humana».
Los estratos se depositan en la cuenca de depósito, que está formada por una depresión natural o artificial o bien un espacio cerrado por terraplenes y muros. En realidad, cuencas distintas presuponen estratigrafías diferentes. La forma de depósito depende de los materiales depositados y de la fuerza ejercitada por la naturaleza y por el hombre. Ahora bien, hay que tener en cuenta que los estratos pueden tener un origen natural o antrópico. Por otra parte, las interfacies pueden ser de dos clases: verticales (muros) y horizontales (fosas).
Una excavación, de todas formas, no se resuelve como una fórmula matemática, sino que requiere un tratamiento diferenciado en cada caso. Así pues, contamos con distintas maneras de aproximarnos a la realidad estratigráfica. Como han señalado C. Renfrew y R. Bahn, las técnicas de excavación inciden en la doble perspectiva de la que ya se ha hablado, la dimensión horizontal y la vertical. Así lo expresan:
«En términos generales, podemos dividir las técnicas de excavación en: aquellas que subrayan la dimensión vertical mediante la excavación de depósitos profundos que revelen la estratificación; y aquellas que se centran en la dimensión horizontal, mediante la apertura de áreas amplias de un nivel concreto para exteriorizar las relaciones espaciales entre los artefactos y las estructuras de ese estrato».
Aun cuando hay un predominio en los últimos años de la técnica en grandes áreas, combinando la dimensión horizontal con la vertical, no se debe de olvidar que cada yacimiento presenta unas características propias que no invalidan de entrada cualquier método, a condición, claro está, de que el control estratigráfico sea muy riguroso.
Existen muy diversos métodos de excavación: en área o método F. Barker, en trinchera, en pequeños sondeos y método M. Wheeler-Kenyon, siendo el más adecuado y estrictamente científico el primero de ellos. Ni qué decir tiene que en cuanto a la manera exacta de proceder es necesario hacerlo estratigráficamente, respetando el modo en que los depósitos han ido sedimentándose, nunca por alzadas establecidas previamente de manera artificial, salvo en algunos casos excepcionales que así lo requieran.
Los estratos se distinguen por su coloración, textura y composición, siendo un todo que los hace ser distintos unos de otros. En realidad, la interrelación que presentan los elementos que los forman es muy fuerte, de manera que cada uno de ellos aporta características a los otros y reúne las de los demás. Así pues, la composición, por ejemplo, determina la coloración y la textura, a la vez que aquella tiene expresión por estas. En cualquier caso, la composición de los estratos significa la posibilidad de una datación, ya que los objetos que hay en cada estrato permiten la adscripción de una cronología absoluta. Otro aspecto importante en cuanto a la conformación del estrato es, evidentemente, su volumen y, en cierto modo, su forma o superficie, que nos hablan de su formación. El orden en que se relacionan los estratos está asimismo determinado por las relaciones físicas que pueden ser reducidas, de manera simple, a relaciones relativas en el tiempo. De ahí que se establezcan unas normas que se reducen a dos grandes apartados que rigen todas las relaciones entre los estratos: relaciones de contemporaneidad («igual a» y «se liga a») y de sucesión en el tiempo, anterioridad o posterioridad («cubre/cubierto por», «se apoya en/se le apoya», «corta a/cortado por» y «rellena a/es rellenado por»).
Aunque la estratigrafía sea simple no es aconsejable intervenir por principio en un área demasiado extensa. Así, podremos controlar de manera rigurosa todas las unidades estratigráficas. Las ventajas de este sistema se derivan del hecho de que al excavar los estratos se va registrando uno a uno mediante la denominada sección acumulativa. De esta forma se pueden correlacionar directamente los hechos estratigráficos registrados en la sección y en las plantas. Su utilización permite que los estratos se excaven siguiendo sus contornos y su forma natural. Si bien nuestra propuesta se concreta en trazar sondeos y excavar en áreas acumulativas, no cabe duda que en algunos casos se ha de acudir a sondeos más pequeños y en otros a trazar trincheras. Todo ello con el objetivo de aplicar la metodología más rigurosa para obtener el máximo de información tanto arqueológica como histórica.