Es como poner el ojo en las entrañas de la Tierra para echar una mirada al interior. Sus aplicaciones potenciales son de lo más variado: puede servir para localizar minas antipersonales, fosas comunes, restos arqueológicos o mamuts fosilizados; es capaz de detectar grietas interiores en enormes bloques de mármol y contaminación en las aguas subterráneas; y es útil para planificar obras públicas, ya que permite 'ver' lo que hay debajo antes de meter una excavadora (y romper una tubería, por ejemplo). ¿Qué es? Se llama geo-radar o GPR (siglas en inglés de Radar de Penetración en Tierra).
La máquina fue adquirida hace año y medio por el Grupo Electromagnetismo de Granada, que dirige el catedrático Rafael Gómez, quien asegura que estaría encantado de servir con él, en particular, a la sociedad granadina y andaluza. El profesor viajó a Canadá y pagó unos 13 millones de pesetas -procedentes de sus proyectos de investigación- para hacerse con un aparato sobre cuya tecnología él y su grupo llevaban años investigando.
Para Gómez, lo más interesante del GPR es que hace «radiografías del subsuelo para obtener información -y esto es muy importante- de forma no destructiva». Eso permitiría, por ejemplo, analizar el suelo de una zona tan delicada y protegida como la Alhambra para buscar sus 'tesoros' enterrados.
El geo-radar, no mucho más grande que una aspiradora doméstica, consta de dos antenas: una que emite un radiación electromagnética -en concreto, microondas- que se propaga por el subsuelo y otra que recibe la señal reflejada por los objetos que poseen diferentes características que su entorno. El GPR detecta las variaciones de las propiedades electromagnéticas del terreno.
El aparato se desplaza sobre un área previamente delimitada y es capaz de localizar objetos que se encuentran hasta a 10 metros de profundidad: depende de la composición del suelo -por ejemplo, las ondas se atenúan menos en el hielo o el mármol que en la tierra y, por tanto, la 'imagen' es mejor- y del tamaño de esos objetos -no es lo mismo buscar un mamut que una mina antipersona-. La frecuencia de ondas que se utiliza también varía en función del tipo de búsqueda.
El monitor de la máquina ofrece una imagen en tiempo real que, aunque imprecisa, sirve para saber si las mediciones se están realizando correctamente. La información se almacena y después es procesada en el ordenador: las imágenes resultantes sí permiten apreciar mucho mejor la presencia de 'algo' bajo tierra.
Qué se busca
El experto matiza que el GPR es útil cuando se sabe o, al menos, se intuye lo que se busca. «Si te pones a explorar en un sitio donde no sabes lo que esperas, no deduces nada». Por ejemplo: el geo-radar es muy práctico para estudiar el interior de bloques de mármol, porque si detecta una irregularidad es fácil deducir qué es: una grieta o una impureza. La experiencia indica que no puede ser ninguna otra cosa.
En otras áreas, es muy importante la colaboración entre diferentes científicos. Así, para buscar restos arqueológicos no tiene sentido hacerlo en cualquier lugar del campo: es preciso que un arqueólogo señale una zona concreta en la que, bien los datos históricos, bien las 'pistas' que da el propio paisaje, indiquen la presencia de construcciones, piezas fabricadas o restos humanos.
Gómez cree que existe otro GPR en Andalucía y algunos más en España, ya que las empresas privadas empiezan a hacerse con ellos para realizar estudios de subsuelo con diferentes propósitos. Pero está convencido de que un geo-radar en manos no expertas está «infrautilizado», ya que no es fácil interpretar sus resultados. Por eso, una de las líneas de investigación del Grupo de Electromagnetismo es el diseño de 'software' que permita realizar una interpretación más precisa de las 'lecturas' del GPR, en virtud de su aplicación concreta.
Y es que las utilidades de esta tecnología -que surgió en los años setenta, vivió un 'boom' en los noventa y hoy es objeto de un congreso internacional bianual- son casi ilimitadas. La localización de minas, proyectiles no explotados, 'zulos' o búnkeres fue su primer papel. Y como en otros campos científicos, durante años su aplicación militar ha «tirado» de esta tecnología, relata Rafael Gómez.
Después se ha utilizado en muchos otros ámbitos. En geofísica, para medir los distintos espesores de hielo en la Antártida o para localizar acuíferos; recientemente, en la exploración de la superficie de Marte; para determinar la calidad de las vetas de piedra, mármol o mineral; para localizar restos arqueológicos; para detectar humedades, grietas u otros riesgos en edificios antiguos y monumentos; o para planificar obras públicas sin abrir el suelo. Incluso podría colaborar en la búsqueda de fosas comunes de la Guerra Civil.
El catedrático de Electromagnetismo recuerda que, en una ciudad como Granada, donde aparecen restos arqueológicos cada vez que se levanta un adoquín, el GPR sería extremadamente útil. Y está dispuesto a llevarlo allí donde sea requerido. En cuanto a las aplicaciones mineras, los investigadores trabajan con el Centro Tecnológico del Mármol y la Piedra de Murcia, que financia la formación de un doctorado en la UGR. La potente industria del mármol almeriense, en cambio, no se ha interesado aún por el geo-radar.
Servir al entorno
«Queremos servir a nuestro entorno socioeconómico más inmediato», asegura Rafael Gómez. Hasta que compraron el GPR, sus diseños de antenas y 'software' para radares se marchaban a empresas y universidades del extranjero o, como mucho, a firmas españolas radicadas en Madrid, como Construcciones Aeronáuticas.
Ahora, ya son dos los ayuntamientos de Granada que se han interesado por el geo-radar, en ambos casos de la mano del arqueólogo Antonio Malpica. En Guadix se han analizado terrenos cercanos a la Alcazaba y los resultados están pendientes de ser presentados. Las excavaciones de Medina Elvira, en Atarfe, comienzan el 22 de agosto. El uso del GPR está especialmente indicado allí, por la gran extensión de los yacimientos. En el futuro sabremos qué ha 'visto' el geo-radar de la antigua ciudad enterrada.