Artículo de opinión de Alejandro V. García
ESTOY convencido de que nadie va a asumir el error de que, una vez adjudicada la construcción del penúltimo tramo del AVE, que unirá Pinos Puente y Granada, se haya descubierto (oh, sorpresa) que uno de los viaductos necesarios para sortear la vía del tren deba pasar por la zona arqueológica de Medina Elvira. ¿Pero en qué estarían pensando esos técnicos y esos políticos para que se les pasara por alto que se habían entrometido en un espacio declarado Bien de Interés Cultural nada menos que en 2003? El error es de bulto, ya que quienes han supervisado la obra son los mismos que preservaron el lugar ahora invadido. Y las consecuencias, graves, pues la solución pasa bien por modificar el trazado o bien por rebajar el grado de protección. Dos soluciones que, me temo, retrasarían la obra. El cambio del trazado obligaría a rehacer en parte el proyecto (y seguramente a encarecerlo) y la abreviación del área de protección requeriría, si nos atenemos a los plazos habituales, muchos tiempo.
Pero no será así. La voluntad de la Administración es todopoderosa. De la misma manera que cuando se empeña en exigir, en contra del sentido común, el cumplimiento exhaustivo de un trámite burocrático no hay manera de eludir plazos y obligaciones, cuando la Administración decide pasar la mano (casi siempre para corregir un error propio con consecuencias electorales) se encuentran fórmulas para desfilar de puntillas sobre el fuego sin achicharrarse la planta de los pies. El delegado de cultura, Pedro Benzal, pretende autorizar la construcción en espacio protegido si Adif, el organismo del Estado encargado e ejecutar las obras del AVE, demuestra mediante excavaciones que en el subsuelo no hay ningún resto arqueológico. A ver qué pasa.
Los yacimientos arqueológicos son una trampa mortal que a veces atrapa a la administración contraria pero otras aprisiona a los propios organismos que han trazado los límites de protección. ¿Y cómo escapa uno de sus propias ratoneras? ¡Ah, amigo, ahí te quiero ver! ¡Con una solución de birlibirloque que pero llena de dignidad, siempre con mucha dignidad!
Ahí está el caso del Metro. Entre los Paseíllos universitarios y la plaza Einstein ha aparecido un osario impresionante. Raro es el día que un obrero da un golpe y no aparece un muerto (muertecillo lo llamaba una amiga arqueóloga para diferenciarlos de los muertos recientes). ¿Y qué ha hecho Cultura ante este Halloween subterráneo? Callar, mientras los picapedreros del Metro continúan adelante con su labor de zapa.
¡AVE va!
22/3/10.- www.granadahoy.com